- - ¿ Te lo has pasado bien Rita?
- - Creo que sí mamá.
Rita llegó al taller del camping de manualidades, con su
hermano y su madre, entró en un bucle alrededor de la mesa.
- - Tiene un poco de autismo – me dice su mamita.
Después de estar un rato acompañándola se fue, se quedó con
su hermano, que rápidamente hizo pandilla, y jugaba con otros niños. Rita da
vueltas, yo la acompaño, entonces entra en algo, y yo me distancio. Finalmente
después de cambiar de color varias veces, hace un bonito móvil, sin pintura. Se
acerca de vez en cuando, y me pide algo; el tono es precipitado, saltarín.
Luego lanza una pataleta, un berrinche desbocado que dura segundos, y su rostro
vuelve a una normalidad pasmosa. Sin embargo está tranquila, y toda ella tiene
un tono alegre. De vez en cuando mete los dedos entre el recipiente de las
pequeñas estrellas doradas, las remueve, y se ríe cosquilleante.
Después de la respuesta a su madre, sus palabras merodean
por mis pensamientos. Me acaricia la confusión de su emoción. Luego,
días más tarde, me doy cuenta de que no es así. No es la confusión, sino la
certeza de su respuesta lo que me remueve. Si alguna suerte de conciencia
creadora universal me pidiese cuentas sobre mi vida, y me preguntase:
- - ¿ Ha sido feliz Inés?
Mi respuesta, a día de hoy, sería exacta; exactamente la
misma de Rita:
- - Creo
que sí mamá.